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Todo está programado: revueltas en las calles, manifestaciones, huelgas y caos por doquier, incluso muertos
Por Magdalena del Amo.- Y podríamos seguir con la lista de calamidades: desabastecimiento, hambrunas, atracos a mano armada, enfrentamientos varios, apagones energéticos, guerra y más caos. ¡Confusión total! Pero todo esto no emerge de la noche a la mañana, ni tiene las causas aparentes que nos relata la prensa oficial. Es una perspectiva de la punta del gigantesco iceberg que mueve los destinos del mundo. Las alturas y las profundidades se tocan.
Los grandes cambios históricos no se han producido por las causas insulsas que nos cuentan los libros de historia. El origen oculto es muy distinto. Guerras, revoluciones o independencias, han sido cuidadosamente diseñadas por intereses ajenos a los propios países afectados. Lenin llegó a vislumbrarlo cuando dijo: “Detrás de la Revolución de octubre hay personajes mucho más influyentes que los pensadores y los ejecutores del marxismo”. Otros mandatarios de la historia han visto y quizá sufrido este poder oculto que gobierna el mundo y no han tenido inconveniente en reconocerlo públicamente. Así lo expresó en el siglo XIX el político y primer ministro británico Benjamin Disraeli: “El mundo está gobernado por personajes muy diferentes a los que creen los que no ven más allá de sus ojos”. En la misma línea se sitúa Winston Churchill al asegurar que “aquel que no vea que en la Tierra se está llevando a cabo una gran empresa, un importante plan, en cuya realización nos es permitido colaborar como siervos fieles, tiene que estar ciego”. En efecto, los ciegos abundan.
El mundo hispano es un polvorín. Hace décadas que la corrupción política, judicial y militar es la nota común, por no hablar del sicariato de Estado, tan del día a día en países como México, Colombia, Venezuela o Argentina. Hasta más o menos el 2004, fecha fatídica de la llegada de Zapatero a la Moncloa, la Madre Patria, aun con sus corrupciones y leyes disparatadas, conservaba parte de la decencia de su pasado. Ahora, todo ese bagaje, con sus luces y sombras, como todo lo manifestado en el plano de la dualidad, quedó diluido en el barro y la escoria.
Momento en que es evacuado Vidal-Quadras del lugar de los hechos
Pedro Sánchez es un buen títere, obediente, déspota, carente de valores, cínico, sin la mínima dosis de empatía o sentimiento hacia el bien. Es el perfil idóneo para ejecutar la demolición de España y hacer cumplir la profecía tan cacareada de Alfonso Guerra: “A España no la va a reconocer ni la madre que la parió”. Así es, de facto, y esto solo es el comienzo. Que no vengan ahora las viejas glorias socialistas a escandalizarse ante la amnistía y el resto del botín, que terroristas, golpistas, sediciosos y malversadores acaparan en sus campamentos. ¡A buenas horas! Ellos tuvieron en sus manos el poder de revertir la distopía y no movieron un dedo.
Pero este plan fue trazado mucho antes de que Sánchez y todos los líderes del mismo jaez que ocupan las poltronas políticas del planeta vinieran al mundo. Todos en su conjunto forman una gran red entrópica de alcance planetario. No se puede entender la situación caótica de España –casi en estado de preguerra— si lo contemplamos con los anteojos de ver de cerca. Es imprescindible utilizar los binoculares de largo alcance para vislumbrar el horizonte e intuir el resto desde una visión “metageopolítica”.
El Nuevo Orden Mundial, casi una leyenda urbana hasta el momento, es un proyecto de futuro, programado hace tiempo, y minuciosamente detallado en el fondo y en la forma por personajes siniestros. El futuro trazado por estas mentes perversas es ahora nuestro presente; y cual bomba fétida y destructora ha estallado en una sociedad que se debate entre la ignorancia, la desinformación, el miedo y la mentecatez. Aún no se puede creer y menos imaginar.
Hemos vivido dormidos, arrullados por los cantos de sirena de un sistema paternalista y tóxico que nos hizo creer en un progreso ficticio, en una prosperidad engañosa y en una falsa seguridad. Hemos vivido en una gran mentira. Ahora acabamos de despertarnos del sueño y nos enfrentamos a una realidad ilusoria anclada en arenas movedizas. Todo está en el aire, sin nada garantizado, ni trabajo, ni ahorros, ni alimentos, ni medicinas, combustible o electricidad; por no hablar de la www, cuyo fallo –también programado— puede causar tanta devastación como una tormenta solar o la caída de un asteroide.
Ahora, nos enfrentamos a situaciones que ni siquiera formaban parte de nuestra lista de miedos a corto plazo. Y, aunque muchos no hayan atado cabos y caído en la cuenta de que se trata de piezas del mismo rompecabezas, debemos decir que la pandemia está relacionada con toda esta situación, antesala de los prolegómenos de la fatídica y antihumana Agenda 2030. “No tendrás nada y serás feliz” es uno de los lemas, correspondiente a uno de los objetivos: desposeernos de todo, crear sociedades pobres; meros supervivientes, esclavos del sistema, sin libertad, sin derechos, atosigados por las prohibiciones y controlados por la inteligencia artificial. La pandemia no fue un fin en sí mismo, sino un medio, un pretexto para el big reset o gran reinicio e instaurar el transhumanismo, la sociedad de autómatas que acabamos de describir.
Volviendo al caso particular de España, no sé si algún día conoceremos los porqués ocultos de lo que estamos viviendo. Que Sánchez es un sujeto al que le encajan todos los calificativos negativos del diccionario es decir una obviedad. Que está puesto ahí y muy bien protegido por ciertas élites oscuras, más obvio aún. Pero hemos llegado a un punto de entropía que, probablemente, ni el propio Sánchez entienda, ni posiblemente quiera. ¿Quién lo presiona para llegar a estos extremos?
Y puestos a hacernos preguntas, ¿quién atentó contra Vidal Quadras? ¿Se trata de un ataque de falsa bandera? ¿Pretendían asesinarle o fue un aviso para “tensionar” –como le gustaba decir a Zapatero— y crear miedo e incertidumbre? Muchos hemos pensado que era el Calvo Sotelo de esta fase prebélica. Quizá algún día la intrahistoria nos muestre la verdad de algunos enigmas de estos días. Igual que, muchos años después, hemos conocido hechos cuya realidad dista mucho de la versión oficial; como el asesinato de Carrero Blanco, que fue perpetrado por ETA, pero planificado por la CIA para favorecer la transición. Según los expertos, el almirante era demasiado católico y patriótico y no iba a resultar fácil pactar una gobernanza con asesinos como Carrillo; o la imposición de Juan Carlos I como príncipe de Asturias y luego rey, frente a su primo Alfonso, duque de Cádiz, que era el candidato de Franco –no en vano casó a su nieta con él—, proyecto que se aguó en una visita de Kissinger a España. Y tantos hechos de nuestra historia que o bien se tergiversaron o se cambió el relato de pleno.
¿Qué hacer ante una situación tan llena de oscuridad? Reconozco que la pregunta tiene difícil respuesta. El paso primero es no tener miedo, reconocer la situación y aceptarla; no en el sentido de renuncia o abandono de la lucha por el bien y lo justo, sino de mantener el equilibrio, la serenidad y la paz, ante aquello que no podemos controlar. Se avecina una etapa convulsa, pero muy provechosa para crecer y crear con nuestros semejantes relaciones de amor, generosidad y hermandad, algo que tenemos muy olvidado y siempre en un segundo plano. En medio del caos siempre podemos construir nuestros pequeños paraísos y ayudar a otros a que hagan lo mismo. Recordemos siempre que en el centro del ciclón siempre reina la calma, y no olvidemos que nunca podrán con nuestra parte divina inmortal. ¡Por mucho que se empeñen!
*Psicóloga, periodista y escritora
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On 19 noviembre 2023 at 4:41 PATAGONIA said:
Leonardo Luis Castellani Contepomi nace en Reconquista, (Santa Fe, Argentina) el 16 de noviembre de 1899.
Es ordenado sacerdote en 1931.
Manresa 1946-1949. Sus superiores religiosos lo presionan para que abandone la Compañía de Jesús (la orden jesuita); se niega, y las sanciones y presiones van en aumento.
Viaja a Europa para intentar aclarar su situación, sin éxito.
Es recluido en Manresa (España) durante dos años, mientras su salud física y psíquica se derrumba.
Al borde de una neurosis y en medio de una aguda crisis espiritual, consigue huir y vuelve en 1949 a Buenos Aires.
Es entonces expulsado de la Compañía y suspendido como sacerdote.
Tiene entonces 50 años, su salud decaída, el alma lastimada en lo más profundo, difamado, con su carrera intelectual tronchada y sin medios de vida.
1950-1969. En este tiempo escribe ‘El apocalipsis de San Juan’, ‘Cristo vuelve o no vuelve?’, ‘El ruiseñor fusilado/El místico’ , ‘Los papeles de Benjamín Benavídez’, ‘El evangelio de Jesucristo’, ‘Las parábolas de Cristo’, ‘Su majestad Dulcinea’…
En 1966 se le restituye el ministerio sacerdotal.
En 1967 funda la revista Jauja, que dirige hasta su cierre, en 1969.
Muere el 15 de marzo de 1981 en Buenos Aires.
Cristo Rey
(por Leonardo Castellani, de su obra «Cristo, ¿vuelve o no vuelve?»)
El año 1925, accediendo a una solicitud firmada por más de ochocientos obispos, el Papa Pío XI instituyó para toda la Iglesia la festividad de Cristo Rey,
fijada en el último domingo del mes de octubre.
Esta nueva invocación de Cristo, nueva y sin embargo tan antigua como la Iglesia, tuvo muy pronto sus mártires,
en la persecución que la masonería y el judaísmo desataron en México, con la ayuda de un imperialismo extranjero:
sacerdotes, soldados, jóvenes de Acción Católica y aun mujeres que murieron al grito de
«¡Viva Cristo Rey!»
Esta proclamación del poder de Cristo sobre las naciones se hacía contra el llamado liberalismo.
El liberalismo es una peligrosa herejía moderna que proclama la libertad y toma su nombre de ella.
La libertad es un gran bien que, como todos los grandes bienes, sólo Dios puede dar;
y el liberalismo lo busca fuera de Dios;
y de ese modo sólo llega a falsificaciones de la libertad.
Liberales fueron los que en el pasado siglo rompieron con la Iglesia, maltrataron al Papa y quisieron edificar naciones sin contar con Cristo.
Son hombres que desconocen la perversidad profunda del corazón humano, la necesidad de una redención, y en el fondo, el dominio universal de Dios sobre todas las cosas, como Principio y como Fin de todas ellas, incluso las sociedades humanas.
Ellos son los que dicen:
«Hay que dejar libres a todos»,
sin ver que el que deja libre a un malhechor es cómplice del malhechor;
«Hay que respetar todas las opiniones», sin ver que el que respeta las opiniones falsas es un falsario;
«La religión es un asunto privado», sin ver que, siendo el hombre naturalmente social, si la religión no tiene nada que ver con lo social,
entonces no sirve para nada, ni siquiera para lo privado.
Contra este pernicioso error, la Iglesia arbola hoy la siguiente verdad de fe:
Cristo es Rey,
por tres títulos,
cada uno de ellos de sobra suficiente para conferirle un verdadero poder sobre los hombres.
Es Rey por título de nacimiento, por ser el Hijo Verdadero de Dios Omnipotente,
Creador de todas las cosas;
es Rey por titulo de mérito, por ser el Hombre más excelente que ha existido ni existirá, y
es Rey por titulo de conquista, por haber salvado con su doctrina y su sangre a la Humanidad de la esclavitud del pecado y del infierno.
Me diréis vosotros:
eso está muy bien, pero es un ideal y no una realidad.
Eso será en la otra vida o en un tiempo muy remoto de los nuestros; pero hoy día…
Los que mandan hoy día no son los mansos, como Cristo,
sino los violentos;
no son los pobres,
sino los que tienen plata;
no son los católicos,
sino los masones.
Nadie hace caso al Papa, ese anciano vestido de blanco que no hace más que mandarse proclamas llenas de sabiduría, pero que nadie obedece.
Y el mar de sangre en que se está revolviendo Europa,
¿concuerda acaso con ningún reinado de Cristo?
La respuesta a esta duda está en la respuesta de Cristo a Pilatos, cuando le preguntó dos veces si realmente se tenía por Rey.
«Mi Peino no procede de este mundo».
No es como los reinos temporales, que se ganan y sustentan con la mentira y la violencia; y en todo caso,
aun cuando sean legítimos y rectos, tienen fines temporales y están mechados y limitados por la inevitable imperfección humana.
Rey de verdad, de paz y de amor, su Reino procedente de la Gracia reina invisiblemente en los corazones, y eso tiene más duración que los imperios.
Su Reino no surge de aquí abajo,
sino que baja de ahí arriba;
pero eso no quiere decir que sea una mera alegoría,
o un reino invisible de espíritus.
Dice que no es de aquí,
pero no dice que no está aquí.
Dice que no es carnal,
pero no dice que no es real.
Dice que es reino de almas,
pero no quiere decir reino de fantasmas,
sino reino de hombres.
No es indiferente aceptarlo o no,
y es supremamente peligroso rebelarse contra El.
Porque Europa se rebeló contra El en estos últimos tiempos,
Europa y con ella el mundo todo se halla hoy día en un desorden que parece no tener compostura,
y que sin El no tiene compostura…
Mis hermanos:
porque Europa rechazó la reyecía de Jesucristo, actualmente no puede parar en ella ni Rey ni Roque.
Cuando Napoleón I, que fue uno de los varones —y el más grande de todos— que quisieron arreglar a Europa sin contar con Jesucristo,
se ciñó en Milán la corona de hierro de Carlomagno, cuentan que dijo estas palabras:
«Dios me la dio, nadie me la quitará».
Palabras que a nadie se aplican más que a Cristo.
La corona de Cristo es más fuerte, es una corona de espinas.
La púrpura real de Cristo no se destiñe, está bañada en sangre viva.
Y la caña que le pusieron por burla en las manos, se convierte de tiempo en tiempo, cuando el mundo cree que puede volver a burlarse de Cristo, en un barrote de hierro.
«Et reges eos in virga férrea» (Los regirá con vara de hierro).
Veamos la demostración de esta verdad de fe, que la Santa Madre Iglesia nos propone a creer y venerar en la fiesta del último domingo del mes de la primavera, llamando en nuestro auxilio a la Sagrada Escritura, a la Teología y a la Filosofía, y ante todo a la Santísima Virgen Nuestra Señora con un avemaría.
Los cuatro Evangelistas ponen la pregunta de Pilatos y la respuesta afirmativa de Cristo:
«— ¿Tú eres el Rey de los judíos?»
«— Yo lo soy».
¿Qué clase de rey será éste, sin ejércitos, sin palacios, atadas las manos, impotente y humillado?, debe de haber pensado Pilatos.
San Juan, en su capítulo XVIII, pone el diálogo completo con Pilatos, que responde a esta pregunta: Entró en el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
«¿Tu eres el Rey de los Judíos?»
Respondió Jesús: «¿Eso lo preguntas de por ti mismo, o te lo dijeron otros?»
Respondió Pilatos «¿Acaso yo soy judío?
Tu gente y los pontífices te han entregado.
¿Qué has hecho?».
Respondió Jesús, ya satisfecho acerca del sentido de la pregunta del gobernador romano, al cual maliciosamente los judíos le habían hecho temer que Jesús era uno de tantos intrigantes, ambiciosos de poder político:
«Mi reino no es de este mundo.
Si de este mundo fuera mi reino,
Yo tendría ejércitos, mi gente lucharía por Mí para que no cayera en manos de mis enemigos.
Pero es que mi Reino no es de aquí».
Es decir, su Reino tiene su principio en el cielo,
es un Reino espiritual
que no viene a derrocar al César, como Pilatos teme,
ni a pelear por fuerza de armas contra los reinos vecinos,
como desean los judíos.
El no dice que este Reino suyo,
que han predicho los profetas,
no esté en este mundo;
no dice que sea un puro reino invisible de espíritus,
es un reino de hombres;
El dice que no proviene de este mundo, que su principio y su fin está más arriba y más abajo de las cosas inventadas por el hombre.
El profeta Daniel, resumiendo los dichos de toda una serie de profetas,
dijo que después de los cuatro grandes reinos que aparecerían en el Mediterráneo,
el reino de la Leona, del Oso, del Leopardo y de la Bestia Poderosa,
aparecería el Reino de los Santos, que duraría para siempre.
Ese es su Reino…
Esa clase de reinos espirituales no los entendía Pilatos,
ni le daban cuidado.
Sin embargo, preguntó de nuevo, quizá irónicamente: «—Entonces,
¿te afirmas en que eres Rey?».
Respondió Jesús tranquilamente: «—Sí, lo soy —y añadió después mirándolo cara a cara—;
Yo para eso nací y para eso vine al mundo, para dar testimonio de la Verdad.
Todo el que es de la Verdad oye mi voz».
Dijo Pilatos: «— ¿Qué es la Verdad?»
Y sin esperar respuesta, salió a los judíos y les dijo: «—Yo no le veo culpa».
Pero ellos gritaron: «—Todo el que se hace Rey, es enemigo del César.
Si lo sueltas a éste, vas en contra del César».
He aquí solemnemente afirmada por Cristo su realeza, al fin de su carrera, delante de un tribunal, a riesgo y costa de su vida; y a esto le llama El dar testimonio de la Verdad, y afirma que su Vida no tiene otro objeto que éste.
Y le costó la vida, salieron con la suya los que dijeron:
«No queremos a éste por Rey, no tenemos más Rey que el César»;
pero en lo alto de la Cruz donde murió este Rey rechazado, había un letrero en tres lenguas,
hebrea, griega y latina, que decía:
«Jesús Nazareno Rey de los Judíos»;
y hoy día, en todas las iglesias del mundo y en todas las lenguas conocidas, a 2.000 años de distancia de aquella afirmación formidable:
«Yo soy Rey», miles y miles de seres humanos proclaman junto con nosotros su fe en el Reino de Cristo y la obediencia de sus corazones a su Corazón Divino.
Por encima del clamor de la batalla en que se destrozan los humanos, en medio de la confusión y de las nubes de mentiras y engaños en que vivimos, oprimidos los corazones por las tribulaciones del mundo y las tribulaciones propias, la Iglesia Católica, imperecedero Reino de Cristo, está de pie para dar como su Divino Maestro testimonio de Verdad y para defender esa Verdad por encima de todo.
Por encima del tumulto y de la polvareda, con los ojos fijos en la Cruz, firme en su experiencia de veinte siglos, segura de su porvenir profetizado, lista para soportar la prueba y la lucha en la esperanza cierta del triunfo, la Iglesia, con su sola presencia y con su silencio mismo,
está diciendo a todos los Caifás, Herodes y Pilatos
del mundo que aquella palabra de su divino Fundador no ha sido vana.
En el primer libro de las Visiones de Daniel, cuenta el profeta que vio cuatro Bestias disformes y misteriosas que, saliendo del mar, se sucedían y destruían una a la otra; y después de eso vio a manera de un Hijo del Hombre que viniendo de sobre las nubes del cielo se llegaba al trono de Dios;
y le presentaron a Dios,
y Dios le dio el Poderío, el Honor y el Reinado, y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán,
y su poder será poder eterno que no se quitará, y su reino no se acabará.
Entonces me llegué lleno de espanto —dice Daniel— a uno de los presentes, y le pregunté la verdad de todo eso.
Y me dijo la interpretación de la figura:
«Estas cuatro bestias magnas son cuatro Grandes Imperios que se levantarán en la tierra
[a saber, Babilonia, Persia, Grecia y Roma, según estiman los intérpretes],
y después recibirán el Reino los santos del Dios altísimo y obtendrán el reino por siglos y por siglos de siglos».
Esta palabra misteriosa, pronunciada 500 años antes de Cristo, no fue olvidada por los judíos.
Cuando Juan Bautista empieza a predicar en las riberas del Jordán:
«Haced penitencia, que está cerca el Reino de Dios», todo ese pequeño pueblo comprendido entre el Mar Mediterráneo, el Líbano, el Tiberíades y el Sinaí resonaba con las palabras de Gran Rey, Hijo de David, Reino de Dios.
Las setenta semanas de años que Daniel había predicho entre el cautiverio de Babilonia y la llegada del Salvador del Mundo, se estaban acabando; y los profetas habían precisado de antemano, en una serie de recitados enigmáticos, una gran cantidad de rasgos de su vida y su persona,
desde su nacimiento en Belén
hasta su ignominiosa muerte en Jerusalén.
Entonces aparece en medio de ellos ese joven doctor impetuoso, que cura enfermos y resucita muertos, a quien el Bautista reconoce y los fariseos desconocen, el cual se pone a explicar metódicamente en qué consiste el Reino de Dios,
a desengañar ilusos,
a reprender poderosos,
a juntar discípulos,
a instituir entre ellos una autoridad, a formar una pequeña e insignificante sociedad, más pequeña que un grano de mostaza, y
a prometer a esa Sociedad, por medio de hermosísimas parábolas y de profecías deslumbradoras, los más inesperados privilegios: durará por todos los siglos — se difundirá par todas las naciones — abarcará todas las razas
— el que entre en ella, estará salvado
— el que la rechace, estará perdido
— el que la combata, se estrellará contra ella
— lo que ella ate en la tierra será atado en el cielo,
y lo que ella desate en la tierra será desatado en el cielo.
Y un día, en las puertas de Cafarnaúm, aquel Varón extraordinario, el más modesto y el más pretencioso de cuantos han vivido en este mundo, después de obtener de sus rudos discípulos el reconocimiento de que Èl era
el «Ungido», el «Rey», y más aún, el mismo
«Hijo Verdadero de Dios vivo»,
se dirigió al discípulo que había hablado en nombre de todos y solemnemente le dijo:
«Y Yo a ti te digo que tú eres Kefá, que significa piedra, y sobre esta piedra Yo levantaré mi Iglesia, y los poderes infernales no prevalecerán contra ella y te daré las llaves del Reino de los Cielos.
Y Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos».
Y desde entonces, viose algo único en el mundo: esa pequeña Sociedad fue creciendo y durando, y nada ha podido vencerla, nada ha podido hundirla, nadie ha podido matarla.
Mataron a su Fundador,
mataron a todos sus primeros jefes,
mataron a miles de sus miembros durante las diez grandes persecuciones que la esperaban al salir mismo de su cuna;
y muchísimas veces dijeron que la habían matado a ella,
cantaron victoria sus enemigos, las fuerzas del mal,
las Puertas del Infierno, la debilidad, la pasión, la malicia humana, los poderes tiránicos, las plebes idiotizadas y tumultuantes, los entendimientos corrompidos, todo lo que en el mundo tira hacia abajo, se arrastra y se revuelca (la corrupción de la carne y la soberbia del espíritu aguijoneados por los invisibles espíritus de las tinieblas); todo ese peso de la mortalidad
y la corrupción humana que obedece al Angel Caído,
cantó victoria muchas veces y dijo:
«Se acabó la Iglesia».
El siglo pasado, no más, los hombres de Europa más brillantes, cuyos nombres andaban en boca de todos, decían:
«Se acabó la Iglesia, murió el Catolicismo».
¿Dónde están ellos ahora?
Y la Iglesia, durante veinte siglos, con grandes altibajos y sacudones, por cierto, como la barquilla del Pescador Pedro, pero infalible irrefragablemente,
ha ido creciendo en número y extendiéndose en el mundo;
y todo cuanto hay de hermoso y de grande en el mundo actual se le debe a ella;
y todas las personas más decentes, útiles y preclaras que ha conocido la tierra han sido sus hijos;
y cuando perdía un pueblo, conquistaba una Nación;
y cuando perdía una Nación,
Dios le daba un Imperio; y cuando se desgajaba de ella media Europa,
Dios descubría para ella un Mundo Nuevo;
y cuando sus hijos ingratos, creyéndose ricos y seguros, la repudiaban y abandonaban y la hacían llorar en su soledad y clamar inútilmente en su paciencia…; cuando decían:
«Ya somos ricos y poderosos y sanos y fuertes y adultos, y no necesitamos nodriza», entonces se oía en los aires la voz de una trompeta, y tres jinetes siniestros se abatían sobre la tierra:
uno en un caballo rojo, cuyo nombre es La Guerra;
otro en un caballo negro, cuyo nombre es El Hambre;
otro en un caballo bayo, cuyo nombre es La Persecución Final;
y los tres no pueden ser vencidos
sino por Aquel que va sobre el caballo blanco,
al cual le ha sido dada la espada para que venza,
y que tiene escrito en el pecho y en la orla de su vestido:
«Rey de Reyes y Señor de Dominantes».
El Mundo Moderno,
que renegó la reyecía de su Rey Eterno y Señor Universal,
como consecuencia directa y demostrable de ello se ve ahora empantanado en un atolladero y castigado por los tres últimos caballos del Apocalipsis;
y entonces le echa la culpa a Cristo.
Acabo de oír por Radio Excelsior una poesía de un tal Alejandro Flores, aunque mediocre, bastante vistosa, llamada Oración de este Siglo a Cristo, en que expresa justamente esto:
se queja de la guerra, se espanta de la crisis (racionamiento de nafta),
dice que Cristo es impotente, que su «sueño de paz y de amor» ha fracasado,
y le pide que vuelva de nuevo al mundo, pero no a ser crucificado.
El pobre miope no ve que Cristo está volviendo
en estos momentos al mundo, pero está volviendo como Rey — ¿o qué se ha pensado él que es un Rey?—;
está volviendo de Ezrah, donde pisó el lagar El solo con los vestidos salpicados de rojo, como lo pintaron los profetas, y tiene en la mano el bieldo y la segur para limpiar su heredad y para podar su viña.
¿O se ha pensado él que Jesucristo es una reina de juegos florales?
Y ésta es la respuesta a los que hoy día se escandalizan de la impotencia del Cristianismo y de la gran desolación espiritual y material que reina en la tierra.
Creen que la guerra actual es una gran desobediencia a Cristo, y en consecuencia dudan de que Cristo sea realmente Rey, como dudó Pilatos, viéndole atado e impotente.
Pero la guerra actual no es una gran desobediencia a Cristo:
es la consecuencia de una gran desobediencia,
es el castigo de una gran desobediencia y
— consolémonos—
es la preparación de una gran obediencia y de una gran restauración del Reino de Cristo.
«Porque se me subleven una parte de mis súbditos,
Yo no dejo de ser Rey mientras conserve el poder de castigarlos», dice Cristo.
En la última parábola que San Lucas cuenta, antes de la Pasión, está prenunciado eso:
«Semejante es el Reino de los cielos a un Rey que fue a hacerse cargo de un Reino que le tocaba por herencia.
Y algunos de sus vasallos le mandaron embajada, diciendo:
No queremos que este reine sobre nosotros.
Y cuando se hizo cargo del Reino,
mandó que le trajeran aquellos sublevados
y les dieran muerte en su presencia».
Eso contó Nuestro Señor Jesucristo hablando de si mismo; y cuando lo contó,
no se parecía mucho a esos cristos melosos, de melena rubia, de sonrisita triste y de ojos acaramelados que algunos pintan.
Es un Rey de paz,
es un Rey de amor, de verdad, de mansedumbre, de dulzura para los que le quieren;
pero es Rey verdadero para todos,
aunque no le quieran,
¡y tanto peor para el que no le quiera!
Los hombres y los pueblos podrán rechazar la llamada amorosa del Corazón de Cristo
y escupir contra el cielo;
pero no pueden cambiar la naturaleza de las cosas.
El hombre es un ser dependiente,
y si no depende de quien debe,
dependerá de quien no debe;
si no quiere por dueño a Cristo,
tendrá el demonio por dueño.
«No podéis servir a Dios y a las riquezas», dijo Cristo,
y el mundo moderno es el ejemplo lamentable:
no quiso reconocer a Dios como dueño,
y cayó bajo el dominio de Plutón,
el demonio de las riquezas.
En su encíclica Quadragesimo Anno, el Papa Pío XI describe de este modo la condición del mundo de hoy, desde que el Protestantismo y el Liberalismo lo alejaron del regazo materno de la Iglesia, y decidme vosotros si el retrato es exagerado:
«La libre concurrencia se destruyó a sí misma;
al libre cambio ha sucedido una dictadura económica.
El hambre y sed de lucro ha suscitado una desenfrenada ambición de dominar.
Toda la vida económica se ha vuelto horriblemente dura,
implacable, cruel. Injusticia y miseria.
De una parte, una inmensa cantidad de proletarios; de otra,
un pequeño número de ricos provistos de inmensos recursos, lo cual prueba con evidencia que las riquezas creadas en tanta copia por el industrialismo moderno no se hallan bien repartidas».
El mismo Carlos Marx, patriarca del socialismo moderno, pone el principio del moderno capitalismo en el Renacimiento, es decir,
cuando comienza el gran movimiento de desobediencia a la Iglesia;
y añora el judío ateo los tiempos de la Edad Media,
en que el artesano era dueño de sus medios de producción, en que los gremios amparaban al obrero, en que el comercio tenía por objeto el cambio
y la distribución de los productos y no el lucro y el dividendo, y en que no estaba aún esclavizado al dinero para darle una fecundidad monstruosa.
Añora aquel tiempo, que si no fue un Paraíso Terrenal,
por lo menos no fue una Babel como ahora,
porque los hombres no habían recusado
la Reyecía de Jesucristo.
Los males que hoy sufrimos, tienen, pues, raíz vieja; pero consolémonos, porque ya está cerca el jardinero con el hacha. Estamos al fin de un proceso morboso que ha durado cuatro siglos.
Vosotros sabéis que en el llamado Renacimiento había
un veneno de paganismo, sensualismo y descreimiento que se desparramó por toda Europa, próspera entonces y cargada de bienestar como un cuerpo pletórico.
Ese veneno fue el fermento del Protestantismo;
«rebelión de los ricos contra los pobres»,
como lo llamó Belloc, que rompió la unidad de la Iglesia,
negó el Reino Visible de Cristo,
dijo que Cristo fue un predicador y un moralista,
y no un Rey;
sometió la religión a los poderes civiles
y arrebató a la obediencia del Sumo Pontífice casi la mitad de Europa.
Las naciones católicas se replegaron sobre sí mismas en el movimiento que se llamó Contrarreforma, y se ocuparon en evangelizar el Nuevo Mundo,
mientras los poderes protestantes inventaban
el Puritanismo, el Capitalismo y el Imperialismo.
Entonces empezó a invadir las naciones católicas una a modo de niebla ponzoñosa proveniente de los protestantes,
que al fin cuajó en lo que llamamos Liberalismo,
el cual a su vez engendró
por un lado el Modernismo y por otro el Comunismo.
Entonces fue cuando sonó en el cielo la trompeta de la cólera Divina, que nadie dejó de oír;
y el Hombre Moderno, que había caído
en cinco idolatrías
y cinco desobediencias,
está siendo probado y purificado ahora por
Cinco castigos y cinco penitencias:
Idolatría de la Ciencia,
con la cual quiso hacer otra torre de Babel que llegase hasta el cielo; y la ciencia está en estos momentos toda ocupada en construir aviones, bombas y cañones para voltear casas y ciudades y fábricas;
Idolatría de la Libertad,
con la cual quiso hacer de cada hombre un pequeño y caprichoso caudillejo; y éste es el momento en que el mundo está lleno de despotismo y los pueblos mismos piden puños fuertes para salir de la confusión que creó esa libertad demente;
Idolatría del Progreso,
con el cual creyeron que harían en poco tiempo otro Paraíso Terrenal; y he aquí que el Progreso es el Becerro de Oro que sume a los hombres en la miseria, en la esclavitud, en el odio, en la mentira, en la muerte;
Idolatría de la Carne,
a la cual se le pidió el cielo y las delicias del Edén; y la carne del hombre desvestida, exhibida, mimada y adorada, está siendo destrozada, desgarrada y amontonada como estiércol en los campos de batalla;
Idolatría del Placer,
con el cual se quiere hacer del mundo un perpetuo Carnaval y convertir a los hombres en chiquilines agitados e irresponsables; y el placer ha creado un mundo de enfermedades, dolencias y torturas que hacen desesperar a todas las facultadas de medicina.
Esto decía no hace mucho tiempo un gran obispo de Italia, el arzobispo de Cremona, a sus fieles.
¿Y nuestro país? ¿Está libre de contagio? ¿Está puro de mancha? ¿Está limpio de pecado?
Hay muchos que parecen creerlo así, y viven de una manera enteramente inconsciente, pagana, incristiana, multiplicando los errores, los escándalos, las iniquidades, las injusticias.
Es un país tan ancho, tan rico, tan generoso, que aquí no puede pasar nada; queremos estar en paz con todos, vender nuestras cosechas y ganar plata; tenemos gobernantes tan sabios, tan rectos y tan responsables; somos tan democráticos, subimos al gobierno solamente a aquel que lo merece; tenemos escuelas tan lindas; tenemos leyes tan liberales; hay libertad para todo; no hay pena de muerte; si un hombre agarra una criaturita en la calle, la viola, la mata y después la quema, ¡qué se va a hacer, paciencia!; tenemos la prensa más grande del mundo: por diez centavos nos dan doce sábanas de papel llenas de informaciones y de noticias; tenemos la educación artística del pueblo hecha por medio del cine y de la radiotelefonía; ¡qué pueblo más bien educado va a ir saliendo, un pueblo artístico! ¡Qué país, mi amigo, qué país más macanudo!
— ¿Y Reina Cristo en este país?
— ¿Y cómo no va a reinar?
Somos buenos todos. Y si no reina, ¿qué quiere que le hagamos?
Tengo miedo de los grandes castigos colectivos que amenazan nuestros crímenes colectivos.
Este país está dormido, y no veo quién lo despierte.
Este país está engañado, y no veo quién lo desengañe.
Este país está postrado, y no se ve quién va a levantarlo.
Pero este país todavía no ha renegado de Cristo;
y sabemos por tanto que hay alguien capaz de levantarlo.
Preparémonos a Su Venida y apresuremos Su Venida.
Podemos ser soldados de un gran Rey;
nuestras pobres efímeras vidas pueden unirse a algo grande, algo triunfal, algo absoluto.
Arranquemos de ellas
el egoísmo, la molicie, la mezquindad de nuestros pequeños caprichos, ambiciones y fines particulares.
El que pueda hacer caridad,
que se sacrifique por su prójimo, o solo, o en su parroquia, o en las Sociedades Vicentinas…
El que pueda hacer apostolado,
que ayude a Nuestro Cristo Rey en la Acción Católica o en las Congregaciones…
El que pueda enseñar, que enseñe…
Y el que pueda quebrantar la iniquidad, que la golpee y que la persiga, aunque sea con riesgo de la vida.
Y para eso, purifiquemos cada uno de faltas y de errores nuestra vida.
Acudamos a la Inmaculada Madre de Dios, Reina de los Ángeles y de los hombres, para que se digne elegirnos para militar con Cristo, no solamente ofreciendo todas nuestras personas al trabajo, como decía el capitán Ignacio de Loyola, sino también para distinguirnos y señalarnos en esa misma campaña del
Reino de Dios contra las fuerzas del Mal,
campaña que es el eje de la historia del mundo,
sabiendo que nuestro Rey es invencible,
que su Reino no tendrá fin,
que Su triunfo y Venida no está lejos
y que Su recompensa supera todas las vanidades de este mundo,
y más todavía,
todo cuanto el ojo vio, el oído oyó y la mente humana pudo soñar de hermoso y de glorioso.
Leonardo Castellani. «Cristo, ¿vuelve o no vuelve?.
Bendiciones queridos hermanos de Ese Robert Breaker https://youtu.be/URip8V_CIKM?si=RT_NiQRBUKpmOoUc. Raul Sarmiento. https://youtu.be/hK1uikau0FA?si=y52mpnsFx-g2OzUw. Lkm Maranatha 👐🫠😊
BENDICIONES QUERIDA HERMANA, LKM, MARANATHA!
Bendiciones querido hermano Abel 👐🤗
HOLA ESTIMADA DANNA, GRACIAS POR LOS VIDEOS,
BENDICIONES PARA TÍ Y TU FAMILIA,
MARANATHA 🙏💙💦😘😘
Hola querida Hermana Ma.Jesús un fuerte abrazo Lkm Maranatha
QUERIDOS HERMANOS DE ESE, HOY HE ENCONTRADO UNA JOYA, OTRA MASTERCLAS, (LE PIDO PERMISO A NUESTRO NOTARIO, YA QUE ÉL TAMBIÉN DA MASTERCLASES, SOBRETODO AHORA, EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS) LES PIDO QUE ESCUCHAIS CON ATENCIÓN, YA QUE DA LA CLAVE DE TODA CONFUSION Y TREMENDO, PODRIAMOS DECIR, ENGAÑO….. AQUÍ LES DEJO ESTA JOYA…..
https://youtu.be/I5gihvU3Yig
LKM, MARANATHA!
ESTAD ATENTOS A PARTIR DEL MINUTO 20 EN ADELANTE…….
ARTEMISA…..
https://youtu.be/xs8vnaCdIKk
TEMPLO DE DIANA EN MERIDA…..
https://youtu.be/6Qm-gmMyajo
El alboroto en Éfeso
23 Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino. 24 Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices; 25 a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza; 26 pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. 27 Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero.
28 Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios! 29 Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo. 30 Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron. 31 También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro. 32 Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido. 33 Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo. 34 Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios! 35 Entonces el escribano, cuando había apaciguado a la multitud, dijo: Varones efesios, ¿y quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter? 36 Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que os apacigüéis, y que nada hagáis precipitadamente. 37 Porque habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa. 38 Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules hay; acúsense los unos a los otros. 39 Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir. 40 Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso. 41 Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea.